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martes, 22 de septiembre de 2020

LA POSVERDAD = LA MENTIRA

En la evolución de la historia humana siempre hemos vivido rodeados de mentiras en el ámbito de la política. La propaganda y desinformación no son recientes. Siempre ha habido justificaciones para mentir en nombre de una verdad o causa superior. Anteriormente cada nación fue creando su propia mitología nacional (tradiciones religiosas y sociales, mitología), como la aplicación de los principios de la propaganda nazi o el funcionamiento de la maquinaria de propaganda soviética. También no podemos olvidar el desarrollo complejo y espectacular de la publicidad comercial subliminal, tan eficaz para seducirnos y persuadirnos a consumir a partir de noticias falsas y atractivas ficciones narrativas que integramos a nuestra conciencia, sin darnos cuenta y sin posibilidad de crítica. En consecuencia, las historias falsas que nos inundan tienen la ventaja intrínseca frente a la verdad, cuando se trata de cohesionar a la gente, especialmente en contextos de grandes problemas o desafíos sociales.

Entonces, la conexión casi natural entre política y mentira es milenaria, y en la relación entre ambas, podemos afirmar que sufre una nueva metamorfosis, utilizando la mentira con propósitos políticos diversos (por ejemplo, desacreditar al opositor, inflar un presunto logro de gobierno, manipular la opinión pública, etcétera); maquillada dichas mentiras, de verdades auténticas e inobjetables. Es a lo que llamamos posverdad o verdades alternativas. Muchos gobernantes en el poder imprimen este sello característico a su gestión, como ejemplos extremos y cercanos de la perversa relación que en la actualidad se establece entre posverdad y política. "La mentira es una estrategia del Gobierno para hacer creer a la población cosas que no son verdad”, , quien gobierna haciendo ostentación de un excesivo, aunque sin duda eficaz, ejercicio de mensajes diarios por cualquier medio. Es un estilo de comunicación que dice mucho y hace poco, pero sobre todo lo que ahí se afirma son, en efecto, dichos sin comprobación posible, medias verdades o claramente mentiras duras y burdas, existen muchos ejemplos de la utilización de mentiras para apuntalar la abusiva e ilegal, forma de gobernar.
Según el Diccionario de Oxford, se entiende por posverdad lo “relativo o referido a circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las emociones y las creencias personales”

De acuerdo con esta definición, la posverdad es un fenómeno de la actualidad política que se caracteriza por imponer estrategias argumentativas en el debate político, basadas en el principio de que lo importante no es la verdad de los hechos o argumentos en disputa, sino simplemente ganar la discusión entre adversarios. Es decir, la verdad ha perdido importancia a tal grado que ya no constituye el ideal central del debate, sino que ha sido orillada a un lugar carente de relevancia e importancia. Por otro lado, una noticia falsa es eso, una afirmación que, aunque se presente como verdadera, es evidente y ostensiblemente una mentira. Sin embargo, se convierte en una posverdad cuando se le acepta como una verdad efectiva, pues concuerda con los valores y emociones de quién la valida como tal. La negación se sustenta en la fuerza de las emociones y convicciones de la ciudadanía forjada bajo una determinada ideología política. Cabe, pues, enfatizar aquí cómo el desarrollo de las redes sociales ocupa un lugar central en los sofisticados y eficaces mecanismos de manipulación de las emociones, somos víctimas de una promesa fallida, el acceso masivo a la tecnología haría más fuerte a nuestras democracias, pues permitiría una participación directa en la política, de las personas comunes y corrientes, haciendo realidad el poder del pueblo (demos/kratos). La verdad es la opuesta, la tecnología digital conduce a escenarios de vigilancia y control político, que en el pasado estaban reservados a aparatos de policía política. 

Las redes sociales han permitido el reposicionamiento de la



mentira en el espacio público. La posverdad es un abierto desafío a la democracia. Es sin duda alguna, un problema grave. Los políticos no deben tener licencia para mentir con malicia e impunidad, debe ser penado. 

 * Adaptación de Artículo publicado en el boletín Proceso N.° 14 de Ángel Sermeño Quezada, Universidad Autónoma de la Ciudad de México.

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